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posibilidades serias, caballeros, evidentes incluso para una tierna muchacha y que no
exigen demasiado raciocinio.
Este sorprendente discurso provocó una mezcolanza de reacciones.
 Una joya de ingenio principesco, señorita  dijo el Ratonero, aplaudiendo . Seríais
una excelente estratega.
 Lúcidas palabras  comentó Fafhrd resueltamente , pero Karl Treuherz me pareció
un demonio honesto.
 Mi ama os supera a todos como pensadora  dijo con orgullo la doncella Frix.
El maestre miró a la muchacha desde la puerta, con los ojos que parecían salírsele de
las órbitas, y le hizo el signo de la estrella de mar.
Lukeen gruñó:
 Naturalmente, se olvida de la balandra negra, porque le conviene.
 ¿Habéis dicho en broma lo de reina de las ratas?  exclamó Slinoor . ¡Eso es lo
que sois, en efecto!
Mientras los demás guardaban silencio ante esta horrenda acusación, Slinoor, mirando
sombría y temerosamente a Hisvet, añadió con rapidez:
 La damisela me ha recordado con su discurso el punto más negativo en su contra.
Karl Treuherz dijo que su dragón, que vivía junto a las rocas de las ratas, sólo comía
roedores. El monstruo no hizo el menor movimiento para devorarnos, para lo cual tenía
todas las oportunidades y, sin embargo, en cuanto apareció Hisvet, la atacó de inmediato.
Sabía cuál es su verdadera raza.  Entonces la voz de Slinoor se estremeció . Trece
ratas con mentes humanas dirigen a toda la especie ratonil. Los más sabios adivinos de
Lankhmar han conservado esta antigua sabiduría. Once son esas silenciosas bestias de
pelaje plateado que están escuchando nuestras palabras. La duodécima celebra en la
negra balandra su conquista de la Almeja. La decimotercera  señaló con un dedo
extendido ¡es la misma damisela de cabello plateado y ojos rojizos!
Al oír esto, Lukeen se puso cautelosamente en pie y exclamó:
 ¡Oh, Slinoor, acabas de hacer gala del razonamiento más perspicaz! ¿Y por qué lleva
esta mujer tan recatado atavío si no para ocultar mejor las demás pruebas de su atroz
parentesco? ¡Déjame que le quite ese vestido de armiño y te mostraré un cuerpo cubierto
de blanco pelaje y diez pequeños hoyuelos negros en vez de unos hermosos senos de
doncella!
Rodeó la mesa a hurtadillas con la intención de aproximarse a la muchacha, pero
Fafhrd se levantó, con no menos cautela, e inmovilizó los brazos de Lukeen a los
costados con un abrazo de oso, al tiempo que le decía:
 ¡Ni hablar! ¡Si la tocas, eres hombre muerto! Frix intervino entonces, gritando:
 ¡El dragón se había saciado con la tripulación de la Almeja, como os ha dicho mi
ama! ¡No quería más hombres de carne áspera, pero intentó apoderarse ávidamente de
mi tierna señorita, que sin duda era para él un bocado exquisito como postre!
Lukeen forcejeó hasta que pudo volverse y sus ojos negros miraron furibundos a los
verdes de Fafhrd, a pocos centímetros de distancia.
 ¡Oh, execrable bárbaro!  le espetó . Prescindo de mi rango y dignidad y te desafío
ahora mismo a un combate en la cubierta central. Demostraré que Hisvet te ha
corrompido mediante el juicio del combate. ¡Es decir, si te atreves a sostener una lucha
civilizada, gran mono hediondo!
Dicho esto, escupió en el rostro burlón de Fafhrd.
La única reacción de Fafhrd a esta afrenta fue sonreír ampliamente, a pesar de que la
saliva se deslizaba viscosa por su mejilla, sin soltar a Lukeen y prevenido por si al airado
comandante se le ocurría morderle la nariz como último recurso para soltarse.
Aceptado el desafío, Slinoor, que no hacía más que menear la cabeza y elevar los ojos
al cielo, no tuvo más remedio que apresurar los preparativos para el combate o duelo, a
fin de que tuviera lugar antes de la puesta del sol y quedara algún tiempo con luz
suficiente para tomar medidas de seguridad de la flota antes de que anocheciera.
Cuando Slinoor, el Ratonero y el maestre les rodearon, Fafhrd soltó a Lukeen, el cual,
desviando desdeñosamente la mirada, subió a cubierta para ordenar a varios marineros
de la Tiburón que le sirvieran como padrinos y atestiguaran la limpieza del combate.
Slinoor habló con el maestre y otros oficiales. El Ratonero, tras intercambiar unas
palabras con Fafhrd, se dirigió a proa y pudo vérsele charlar animadamente con el
contramaestre y los miembros ordinarios de la tripulación, hasta el cocinero y el grumete.
De vez en cuando, parecía como si algo pasara desde la mano del Ratonero hasta la del
marinero con el que estaba hablando.
4
A pesar de las exhortaciones de Slinoor, el sol descendía en el cielo occidental antes
de que el gong de la nave Calamar resonara con la nota rápida que señalaba la
inminencia del combate. El cielo estaba despejado hacia el oeste y por encima de las
naves, pero el siniestro banco de niebla reposaba todavía a una legua lankhmaresa
(veinte tiros de flecha) al este, paralelo al rumbo norte de la flota, y parecía casi tan sólido
y deslumbrante como el muro de un glaciar bajo los rayos inclinados del sol. Resultaba en
verdad misterioso que ni el calor del sol ni el viento del oeste lo hubieran disipado.
Los soldados vestidos de negro, con cotas de mallas pardas y cascos broncíneos,
miraban a popa y formaban una pared humana sobre la cubierta de la nave, a cada lado
del palo mayor. Sostenían sus lanzas horizontales y al través, en el extremo de los brazos
extendidos, constituyendo una valla baja adicional. Los marineros, con blusas negras,
atisbaban entre los hombros y las botas de los soldados, o se sentaban con las piernas
colgando en el lado de babor de la cubierta de proa, donde la gran vela no les impedía
ver. Unos pocos se habían encaramado al aparejo.
Habían eliminado la barandilla rota en la cubierta de popa, y allí, alrededor del palo de
popa, se sentaban los tres jueces: Slinoor, el Ratonero y el lugarteniente de Lukeen. En
torno a ellos, sobre todo a babor de los dos timoneles, se agrupaban los oficiales de la
Calamar y ciertos oficiales de la otra nave sobre cuya presencia el Ratonero había
insistido con testarudez, a pesar del tiempo requerido para su transbordo.
Hisvet y Frix estaban en el camarote con la puerta cerrada. La damisela había querido
contemplar el duelo a través de la puerta abierta, o incluso desde la cubierta de popa, [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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