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Cuando la tercera pelota esté en el aire, bate palmas.
Rob obedeció y después del golpe aun tuvo tiempo para recoger las tres pelotas.
 ¿Has visto?  preguntó Barber, satisfecho . En el tiempo que dedicaste a batir palmas,
habrías podido echar al aire las otras dos pelotas.
Cuando lo intentó, las cinco pelotas chocaron en el aire y una vez más volvió a reinar el
caos, las maldiciones del barbero y las pelotas rodaron por todas partes.
De repente, solo faltaban unas pocas semanas para la primavera.
Una noche, convencido de que Rob estaba dormido, Barber se acercó al chico y acomodó las
pieles para que estuviera abrigado. Se inclinó sobre la cama y miró largo rato a Rob. Luego
suspiró y se alejó.
Por la mañana Barber, sacó una fusta del carromato.
 No te concentras en lo que haces  dijo.
Rob nunca lo había visto azotar al caballo, pero cuando se le cayeron las pelotas la fusta
silbó y le hirió las piernas.
Dolía mucho. Gritó y se puso a sollozar.
 Recoge las pelotas.
Las recuperó y volvió a lanzarlas con el mismo resultado lamentable. La fusta le laceró las
piernas.
Aunque su padre lo había golpeado en infinitas ocasiones, jamás empleó fusta.
Recobró una y otra vez las cinco pelotas e intentó hacer malabarismos y no lo logró. Cada
vez que fallaba, la fusta azotaba sus piernas y lo hacía gritar de dolor.
 Recoge las pelotas.
 ¡Por favor, Barber!
El rostro del hombre era severo.
 Es por tu propio bien. Usa la cabeza. Piensa.
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Aunque el día era frío, Rob sudaba a raudales. El dolor lo empujó a concentrarse en lo que
hacia, pero temblaba, presa de frenéticos sollozos, y sus músculos parecían pertenecer a
otra persona. Lo hizo peor que nunca.
Se irguió tembloroso, con el rostro surcado de lágrimas y los mocos resbalando hasta su
boca mientras Barber lo vapuleaba.  Soy un romano  se dijo . Cuando sea adulto,
buscaré a este hombre y lo matare.
Barber lo golpeó hasta que la sangre empaño las perneras de los pantalones nuevos que
Editha había cosido. Entonces soltó la fusta y abandonó la Casa con paso decidido.
Aquella noche el cirujano barbero regresó tarde y, borracho como una cuba, se dejó caer en
la cama.
Al despertar por la mañana, su mirada era serena, pero apretó los labios al ver las piernas
de Rob. Calentó agua y, con ayuda de un trapo, limpió la sangre seca. Fue a buscar un
tarro de grasa de oso y dijo:
 Frótala bien.
La certeza de que había perdido la oportunidad, hería a Rob más que los cortes y los
verdugones.
Barber consultó sus mapas.
 Partiré el Jueves Santo y te llevaré a Bristol. Es un puerto próspero y tal vez allí
encuentres colocación.
 Si, Barber  respondió en voz baja.
Barber dedicó largo rato a preparar el desayuno, y cuando lo tuvo listo repartió
generosamente gachas, tostadas con queso y huevos con tocino.
 come, come  dijo roncamente.
Se quedó mirando a Rob, que comía a regañadientes.
 Lo lamento  añadió el barbero . Yo mismo fui un trotamundos y sé que la vida puede
resultar dura.
Durante el resto de la mañana, Barber solo le dirigió la palabra una vez para decir:
 Puedes quedarte con el traje.
Guardaron las pelotas de colores y Rob ya no practicó. Faltaban casi dos semanas para el
Jueves Santo, y Barber lo hizo trabajar mucho, encargándole que fregara los suelos
astillosos de ambas estancias. En primavera, mamá también lavaba las paredes de casa, así
que ahora Rob hizo lo propio. Aunque en aquella casa había menos humos que en la de
mamá, tuvo la sospecha de que las paredes jamás fueron lavadas, y al concluir, la diferencia
era bien visible.
Una tarde el sol reapareció mágicamente, volviendo el mar azul y brillante y suavizando el
aire salobre. Por primera vez Rob entendió los motivos por los cuales algunas personas
preferían vivir en Exmouth. En el bosque detrás de la casa, pequeñas cosas verdes se
movían entre el moho de las hojas húmedas. Lleno una perola de brotes de espárragos e
hirvieron las primeras verduras con tocino entreverado. Los pescadores se habían internado
en la mar serena, y Barber salió al encuentro de una embarcación que regresaba. Compró
un horrible bacalao y media docena de cabezas de pescado.
Encomendó a Rob que cortara cuadrados de cerdo salado y derritió lentamente la carne
grasa en la sartén hasta que quedó crujiente. A continuación, preparó una sopa mezclando
carne y pescado, rodajas de nabo, grasa derretida, buena leche y un ramillete de tomillo. La
disfrutaron en silencio, acompañada de pan tostado y caliente, sabiendo que muy pronto
Rob ya no comería tan bien.
Parte del cordero colgado se había puesto verde, de modo que Barber cortó la parte
estropeada y la llevó al bosque. Del tonel de manzanas emanaba un hedor espantoso, ya
que solo se conservaba una parte de la fruta originalmente almacenada. Rob inclinó el tonel
y lo vació, estudiando cada reineta y separando las sanas.
Las manzanas eran sólidas y fuertes al tacto.
Recordó que Barber le había dado manzanas para que aprendiera a cogerlas suavemente y
lanzo tres: "¡Va va va!
Las cogió. Volvió a lanzarlas a gran altura y batió palmas antes de que descendieran.
Seleccionó otras dos manzanas y lanzó las cinco al aire, pero..., ¡sorpresa!, chocaron y
cayeron al suelo, donde quedaron algo ablandadas. Rob quedó paralizado, pues no sabía
donde estaba Barber, que seguramente volvería a azotarlo si lo pescaba desperdiciando
comida.
En la habitación contigua no sonó ninguna protesta.
Se dedicó a guardar las manzanas sanas en el tonel. El intento no estuvo tan mal, se dijo;
parecía que esta vez había calculado mejor los tiempos.
39
Escogió otras cinco manzanas del tamaño adecuado y las lanzó al aire.
Aunque esta vez estuvo a punto de funcionar, le fallaron los nervios y la fruta cayó en
picado como arrancada del árbol por un vendaval de otoño.
Recobró las manzanas y volvió a lanzarlas. Recorrió toda la estancia y fue algo espasmódico
en lugar de agradable y hermoso, pero ahora los cinco objetos subían y bajaban en sus
manos y volvían a subir por los aires como si solo fueran tres.
Arriba y abajo y arriba y abajo. Una y otra vez.
"Oh, mama  murmuró emocionado, si bien años después discutiría consigo mismo si su
madre había tenido algo que ver.
"¡Va va va va va!
 Barber  lo llamó en voz alta, temeroso de gritar.
Se abrió la puerta. Segundos después, perdió el equilibrio y las manzanas rodaron por todas
partes.
Al alzar la mirada se encogió porque Barber corría hacia el con una mano en alto.
 ¡Lo he visto!  exclamó Barber, y Rob se vio envuelto en un gozoso abrazo que no tenía
nada que envidiar a los mejores intentos del oso Bartram.
40
EL ARTISTA
El Jueves Santo llegó y pasó, y continuaron en Exmouth, ya que Rob tenía que aprender
todas las facetas del espectáculo. Practicaron juegos malabares a dúo, actividad que
disfrutó desde el principio y que pronto llegó a dominar extremadamente bien. Luego se
concentraron en los juegos de manos magia tan difícil como la prestidigitación con cuatro
pelotas.
 El demonio no influye en los magos  dijo Barber . La magia es un arte humano que ha
de dominarse del mismo modo que conquistaste la prestidigitación. Pero es mucho mas fácil
 se apresuró a añadir al ver la expresión de Rob.
Barber le transmitió los sencillos secretos de la magia blanca.
 Debes tener un espíritu intrépido y audaz y mostrar expresión decidida en todo lo que
haces. Necesitas dedos ágiles y un modo de trabajar limpio, y debes ocultarte detrás de la
cháchara, empleando palabras exóticas para adornar tus actos.
 La ultima regla es, como mucho, la más importante. Debes contar con artilugios, gestos del [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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