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de sus gentes, y quién parece que tiene algún crédito en Cádiz. En uno
de sus impresos dice hablando de las castas (permítame V.M. leerlo a
la letra): Son la más apreciable parte del pueblo; la más amante de los
europeos; la más laboriosa; la que ha peleado con el mayor denuedo a
favor de la España en la revolución; la más desatendida por hallarse sin
propiedad territorial ni protección en sus manufacturas. Son (la mayor
parte) de tan buena presencia como nosotros; de un espíritu brioso; que
no conoce el miedo; de una debilidad, al mismo tiempo, que los
recomienda sobre todos los habitantes de las Américas españolas: labra
en ellos la razón... Sumamente reconocidos al bien, le distinguen del
mal con el mejor discernimiento. Éstas son las castas. Ahí tiene V.M.
una idea bastante para formar un juicio de las castas de América. Si
pudiera imputarse alguna parcialidad a su autor, yo aseguro no sería en
favor de las Américas». (Señor Arizpe).
Opinión de los Americanos sobre las Castas
«Síguese a examinar la opinión de las Américas en lo general
sobre la existencia política de esos desgraciados españoles. El Sr.
Argüelles ha padecido sin duda un grande equívoco en sentar en su
florido discurso que los diputados americanos, al discutirse el vacilante
y obscuro decreto de 15 de octubre, se dividieron en sus opiniones en
esta parte: la fórmula de decreto que todos presentaron al segundo día
de instaladas las Cortes, es un testimonio irrefragable y auténtico de su
opinión; allí reclamaron la igualdad de derechos entre españoles
europeos, y los naturales, y habitantes libres de América; allí exigieron
que en el censo, que debía ser la base para el nombramiento de
diputados, se contara indistintamente con todos los libres súbditos del
rey. El 29 del mismo septiembre reclamaron también todos la
expresada igualdad de derechos para todos los hombres libres; y si en
el decreto de 15 de octubre no se comprehendieron las castas, tampoco
se excluyeron terminantemente, y todo pendió de la mayoría de votos
del Congreso, en la que no concurrió un sólo americano. Los
diputados, pues, de las Américas han expresado en aquel tiempo su
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José María Blanco White donde los libros son gratis
uniforme opinión en favor de las castas, y no es fácil entender como
quiere hacerse mérito de su división de opiniones. Lo que parecerá
prodigioso a los que alguna vez inculcaron que los diputados no
obraban conforme a los intereses de sus representados, es el observar
que han coincidido entre sí perfectamente en lo general de las
Américas, y particularmente en las provincias que han tenido alguna
ilustración y tal cual libertad para expresar, no la voluntad de un
cabildo, cuyos intereses suelen estar en oposición con los del pueblo,
sino la general de éste. Tiremos la vista sobre las provincias de la
América del Sur, y hallaremos que han pedido este derecho ante V.M.
o lo han proclamado por sí. La desgraciada América del Norte se ha
explicado como ha podido; jamás se ha opuesto a favorecer las castas,
y aún las ilustradas Guatemala y Nueva Galicia, la opulenta Zacatecas,
la benemérita de Coaguila, y la extensa intendencia de San Luis Potosí,
cuyas instrucciones vi al pasar por su capital, quieren que se borren y
proscriban para siempre de nuestros códigos y aun de nuestros papeles
públicos los odiosos nombres de gachupín, criollo, indio, mulato,
coyote &c.; que en todos reine la fraternidad más íntima; que todos
sean hombres buenos y capaces por la ley de todo derecho, ya que
reportan toda carga, sin más diferencia que la que induce la virtud y el
merecimiento; por cuyos grados puedan también estos infelices algún
día ocupar puestos honoríficos. Están sin duda conformes en lo general
las Américas con lo que han querido y quieren sus representantes en
favor de las castas». (Señor Arizpe).
...«El Señor Arizpe, expresando varias provincias de la América
Septentrional favorables a los descendientes, por cualquiera línea, de
África, omitió otra, y entre ellas la de México, de quien tengo el honor
de ser representante tanto por la metrópoli de aquella América y parte
muy principal de toda la monarquía, cuanto por ser su población la más
numerosa (extendiéndose por los cómputos más moderados a millón y
medio) no debo omitir la explicación de mi voto en asunto tan
importante. La provincia de México, Señor, desea y estima de justicia
la reintegración de todas las castas en los derechos de ciudadanos».
(Señor Cisneros).
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Cartas de Juan Sintierra donde los libros son gratis
...Añadiré todavía para satisfacer al Señor Argüelles que el
consulado de Guadalajara, corporación ilustre, y que debe a V.M. una
consideración particular, recomienda al diputado de su provincia,
aunque éste no lo haya expresado, sea por un efecto de delicadez, o
bien olvido natural, promueva como punto de interés general la
necesidad de abolir la infamia de las castas, o de llamarlas por el
camino del honor o ponerse en estado de ser tan útiles al país como
podían, siendo advertencia que todos o la mayor parte de los
individuos de esa corporación son no sólo personas ilustradas, y del
más acendrado patriotismo, siendo también naturales de la península.
(Señor Gordoa).
Por no causar no cito los votos de todos los diputados de América,
propietarios y suplentes que afirman ser ésta la opinión general en
aquellos países. Pero oigamos algo de lo que dicen de:
Las consecuencias del Decreto
«¿Qué funesta no sería la rivalidad de las castas, si en ellas se
excitase contra el resto de la población? ¿Quién podrá calcular los
desastres que les serían consiguientes, y quién no conoce los que
producirá la negativa de un derecho común a todos? No es materia ésta
en que debo internarme; basta insinuarla para que la medite la
prudencia; la que dicta suprimir el artículo; pues no por sostener un
parrafito hemos de arriesgar la pérdida de un Mundo. (Señor Alcocer).
«Es imposible que la cordura, sabiduría y religiosidad de los
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